miércoles, 2 de febrero de 2011

ALGUNAS IMAGENES DE PERSONAS EN CONDICION DE POBREZA.









LA POBREZA

Para poder entender la relación directa que existe entre pobreza y corrupción comenzaremos por esbozar un poco el concepto de pobreza.


La pobreza es una situación o forma de vida que surge como producto de la imposibilidad de acceso o carencia de los recursos para satisfacer las necesidades físicas y psíquicas básicas humanas que inciden en un desgaste del nivel y calidad de vida de las personas, tales como la alimentación, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria o el acceso al agua potable. También se suelen considerar la falta de medios para poder acceder a tales recursos, como el desempleo, la falta de ingresos o un nivel bajo de los mismos. También puede ser el resultado de procesos de segregación social o marginación. En muchos países del tercer mundo, se dice que uno está en situación de pobreza cuando su salario (si es que tiene un salario), no alcanza para cubrir las necesidades que incluye la canasta básica de alimento.


 ALGUNAS ESTADISTICAS


 La CEPAL en su ultimo informe arroja crudas cifras que no mienten, la magnitud de la pobreza e indigencia entre niños y adolescentes colombianos es del 45% (pobres) y 17% (indigentes). Si sumamos, tenemos un resultado escalofriante el 62% de los pequeños Colombianos no tienen acceso a ninguna esperanza de vida plena y se debaten entre la desnutrición, la insalubridad y la ignorancia.


 ¿Por qué Colombia no pudo aprovechar los años de bonanza para aliviar la pobreza? ¿Por qué este país con instituciones públicas mucho más sofisticadas que las de Guatemala, más urbanizado que Bolivia y con un sector empresarial más pujante que el de República Dominicana, está con ellos en la cola de América Latina, en materia de pobreza? ¿Por qué después de haber más que duplicado su gasto público social (del 5,9 por ciento del PIB en 1990 al 12,6 por ciento en 2008) no consigue que esto se traduzca en menos pobres?


Una primera explicación es que un largo y degradado conflicto armado, como ninguno otro en la región, ha pauperizado a la población. Según encontró la Segunda Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de la Población Desplazada, 760.000 familias campesinas fueron forzadas a huir para salvar sus vidas entre 1998 y 2008, dejando atrás, por abandono o por despojo, 5,5 millones de hectáreas de tierra.


Si antes del éxodo la mitad de esas familias eran pobres y una tercera parte tenían ingresos de miseria, después, el 97 por ciento quedó en la pobreza y el 80 por ciento en la indigencia. Esa catástrofe social perdura hasta hoy. Según el Dane, la pobreza entre los habitantes del campo está por encima del 65 por ciento, lejos del promedio nacional de 46 por ciento. Y la indigencia urbana también aumentó en el último año.


La desigualdad, además, se profundizó con el conflicto de la última década. Según investigó Ana María Ibáñez, del Cede (Universidad de los Andes), desde 2005 el índice Gini de concentración de la propiedad aumentó hasta 0,875, el más alto de la región después del de Paraguay, un país mucho más pequeño. "Los de por sí pocos propietarios de la tierra compraron aún más predios y la propiedad se concentró a estos extremos", explica Ibáñez.


La guerra también nos afectó de otra manera. En la última década el país se concentró en una prioridad, reducir la violencia. A eso le apostó el gobierno de Álvaro Uribe buena parte de los recursos y de su energía institucional. Por eso, a pesar de haber aumentado tanto el gasto social, éste sigue estando por debajo de países como Brasil o Costa Rica.


El otro gran problema es la corrupción. Se han desviado miles de millones de pesos de gasto público social a políticos inescrupulosos o a los actores armados, como se hizo evidente en el escándalo de la para-política. Según el Índice de Transparencia Internacional que mide la percepción de corrupción del sector público en 180 países, Colombia viene empeorando en los últimos años, y en 2009 bajó del puesto 70 al 75.


Pero además hubo políticas públicas que impidieron que Colombia aprovechara la bonanza para mejorar de manera más radical la calidad de vida.